Por: Ricardo Morel
Un viejo proverbio africano dice “si quieres llegar rápido camina solo; si quieres llegar lejos camina en grupo”. No cabe duda que más y mejores cosas se logran con esfuerzos conjuntos. Un concepto que hoy el sector minero debe explorar en esa búsqueda de constante innovación con el objetivo de lograr la aceptación de los nuevos proyectos, así como la sostenibilidad de las actuales operaciones.
Es indudable que la minería ha generado crecimiento económico, tanto en el Perú en general como en los distritos, provincias y regiones donde se desarrollan los proyectos mineros. También resulta evidente que este crecimiento económico no ha logrado un gran impacto en la percepción de bienestar de las poblaciones vinculadas. Si bien algunos índices como el Indicador de Desarrollo Humano - IDH pueden haber mejorado en esas zonas, lo han hecho principalmente por el incremento en la variable económica (promedio del ingreso familiar) y no necesariamente por la evolución positiva en esas otras dos variables que componen el IDH: salud (esperanza de vida al nacer) y educación (años de matriculación).
Los recursos económicos provenientes de la minería han incrementado exponencialmente los ingresos de los gobiernos subnacionales a través del canon minero y las regalías, pero sin lograr canalizarse hacia inversiones que permitan cubrir ampliamente necesidades básicas (agua potable, saneamiento, electrificación, salud, educación, conectividad). Buena parte de esa gran cantidad de recursos ha sido gastada en programas y proyectos no prioritarios y desarticulados, en lugar de invertirse en sentar las bases de un verdadero desarrollo sostenible en los territorios donde se generan estos recursos.
Tampoco hay que perder de vista que la poca o casi nula presencia del Estado fuera de Lima, en especial en las zonas rurales donde se desarrollan proyectos mineros, provocó un modelo de relación bilateral. Las empresas reemplazaron a ese Estado ajeno y distante, asumiendo así un rol que no les correspondía. Si bien este modelo pudo haber funcionado en el pasado, resulta poco recomendable mantenerlo en la actualidad.
Superar esta relación bilateral sin profundas crisis sociales, en la mayoría de los casos, se logró con la implementación del llamado Modelo Multiactor, que al tener como objetivo común el desarrollo del territorio, promovió la activa participación del gobierno nacional (a través de los distintos sectores o ministerios involucrados en las prioridades de un territorio determinado), los gobiernos subnacionales (regional, provincial , distritales, centros poblados, comunidades), las empresas y ONGs que trabajan en la zona, los organismos de cooperación internacional, los líderes sociales entre otros actores.
El Modelo Multiactor transforma la relación bilateral empresa-población en un tejido de redes de colaboración de múltiples actores, lo que contribuye a construir ese capital social que permitirá la sostenibilidad de las iniciativas de desarrollo en ese territorio. El Modelo Multiactor también promueve y facilita la transparencia, disminuyendo los riesgos de corrupción, conflictos y crisis sociales. Adicionalmente fomenta la construcción o reconstrucción de confianza, que viene a ser uno de sus factores clave de éxito.
Si bien encontramos muchos casos positivos, es importante señalar que en ciertas experiencias, el Modelo Multiactor ha presentado algunas tendencias al asistencialismo y a la construcción de un listado de demandas de las poblaciones locales que tratarán de ser satisfechas por los demás actores participantes en este espacio. En estos casos, el modelo termina convirtiéndose en una serie de compromisos que no necesariamente contribuyen a un desarrollo sostenido e integral del territorio.
En esa constante búsqueda de innovación y mejora continua, una buena opción para superar este problema es ampliar aún más ese prometedor espacio y convertirlo en un Modelo Multiactor Macro (MMM), que abarque no solo más actores, sino un territorio más amplio, donde el enfoque involucre responsabilidades y aportes claros de todos los participantes. Para ser más específico me ceñiré a casos concretos.
Hay zonas en el país donde este esquema MMM puede aplicarse de manera natural. Por ejemplo, el corredor Sur (Apurímac, Cusco, Arequipa, Moquegua) y en parte de la macro región Norte (Cajamarca, Lambayeque, Piura).
En el caso del corredor Sur están las operaciones y proyectos mineros Las Bambas, Haquira, Hierro Apurímac, Los Chancas, Antapaccay, Constancia, Quechua, Crespo, Cerro Verde, Quellaveco, Zafranal, Los Calatos y Tía María.
En el caso de la macro región Norte tenemos operaciones y proyectos mineros como La Cima, La Zanja, Galeno, Michiquillay, Conga, La Granja, Río Blanco, Cañariaco y Bayóvar.
Imaginen a estas empresas uniendo fuerzas y pensando en el mediano y largo plazo, para desarrollar grandes proyectos de infraestructura en los que se priorice la construcción de carreteras, ferrocarriles, mineroductos y la ampliación de puertos. Desde el punto de vista ambiental se puede pensar en un trabajo integrado para minimizar impactos, además del cierre de los pasivos ambientales mineros existentes en esas zonas. Por el lado del desarrollo, bajo el esquema del adelanto social que propone el actual Gobierno Nacional, se podrán implementar sistemas de agua potable y saneamiento, electrificación rural y urbana, servicios de salud y educación de calidad, acceso a Internet, etc.; logrando generar así un impacto económico, ambiental y social, a la vez que una percepción integral de beneficios.
Al trabajar de manera macro e integrada se pueden conseguir ventajas adicionales importantes para todos los actores minimizando impactos ambientales, disminuyendo costos, incrementando utilidades y haciendo realidad una mejora sustancial en el bienestar y calidad de vida de las poblaciones que viven en territorios mineros.
Interesante propuesta que de hacerlo realidad aportara beneficios a muchas comunidades.